lunes, 15 de agosto de 2011

Agua va... Y pallá voy!

El viernes, desde la terraza del FCC, se veía perfectamente como había subido el caudal del río. Han desaparecido las cuestas y las escaleras en las que algunos se pasaban la tarde sentados o pescando. 

Ayer llevaba lloviendo algo más de una hora desde que salimos camino al aeropuerto. Las calles estaban ya medio inundadas, la subida del nivel freático y la mierda que acumulan las alcantarillas impiden que las aguas transcurran bajo tierra y tomen las calles. 

Motos, coches y paisanos las pasan canutas para regresar a casa. Con el agua por las rodillas, es imposible salir indemne del chaparrón. Por suerte, con el tuk blindado x plásticos, sólo nos salpicaba el agua entre las maderas del suelo. 

Isa regresó sana y salva, según me ha contado. Mi vuelo llegó raspando a Bkk, donde ya me anunciaron que mi equipaje se retrasará...

Escala en Cdg a las 6.00 y llegada prevista a mad a las 9.20. Luego AVE para Svq... y después de 28 horas de viaje, creo que me podré echar una siesta en una playa gaditana!

Queda inaugurado el verano!

Isa os seguirá contando como va la temporada de lluvias por Phnom Pehn. Yo volveré por aquí dentro de una buena temporada. 

Abrazos,

lunes, 8 de agosto de 2011

Verano de otoño

Después de haber sudado lo insudable en los últimos cuatro meses, hace ya algunas semanas que el tiempo nos dio una tregua y empezaron las lluvias. Fue poco a poco... en mayo algún día caía un chaparrón, luego nos castigaban con alguna semana de calor insoportable pero siempre refrescaba en algún momento con un día de lluvia.

Empezó a haber más días de lluvia que de sol, las plantas de la terraza agradecieron que las dejáramos en manos de la madre naturaleza porque está demostrado que cuando las cuidamos nosotros se nos mueren de sed. Necesitaban agua todos los días, algo más de un litro en cada maceta! Y el día que no las regábamos amanecían aburridas!

Las temperaturas han bajado, ya no dormimos con ventilador... incluso alguna noche nos echamos por encima la sábana a eso de las cinco de la mañana. 

Aprovechando que los colegios están de vacaciones, algunos han cambiado de destino y hemos estado de despedidas. Otros de viaje por ahí o en sus países, se ven muchos turistas occidentales por el mercado.

La ciudad es la misma, pero todo parece apagado, en calma... hasta que llega el chaparrón.

Escuchas cómo la lluvia se va acercando por las uralitas de las casas de al lado hasta que la tienes encima. Da igual que estés con música, con la tele o escuchando el ruido de la calle.. no escuchas más que el azote del agua contra el tejado, el crujir de las persianas de la terraza con el vendaval y el chorro de agua de la cañería del tejado. Eso sí, los truenos son también impresionantes!

A veces unas horas, otras veinte minutos, incluso toda la noche. La lluvia es imprevisible, igual se pasa todo el día encapotado y no cae una gota.. hay días de sol que se oscurecen rápidamente y cae la gran tormenta.

El otro día, hablando sobre la garantía de la cámara, Isa se descolgó con un "pues ya se te ha pasado, porque estamos en octubre!". Increíble cómo nos condicionan el sol y las nubes.

Este verano para nosotros es de otoño.



viernes, 5 de agosto de 2011

Move, muévete

Biennale de Venezia de 2003. En el Arsenale una enorme lona decía "see the world before you leave it" con una ilustración del planeta y un cohete espacial... esa frase me marcó.

Y estos videos me encantan.


MOVE from Rick Mereki on Vimeo.

LEARN from Rick Mereki on Vimeo.


EAT from Rick Mereki on Vimeo.

Infiel, por los pelos

El mes de julio acabé siendo infiel. Seguramente sabréis que siempre (siempre) había acudido a cortarme el pelo a la peluquería de Enrique, en la plaza de la Pescadería. Desde que me salió pelo en la cabeza era él el encargado de cortar una vez al mes mis primeros pelillos rubios.

Miento. Si fuerzo mi torpe memoria seguramente recuerde que ya alguna vez había sido infiel a Enrique... 

Recuerdo un peluquero retirado que atendía a gente en su casa para salir adelante allá por los ochenta, en mi más tierna infancia. Olía a polvos de talco, mezclado con ese aroma inconfundible a Álvarez Gómez. Me ponía un cojín grande y me cortaba el pelo mientras su señora iba y venía, escaleras arriba y abajo, a casa de la vecina o al ultramarinos que había debajo de su casa.

El verano era otra oportunidad para ser infiel. Ya no peinaba pelillos rubios sino castaños, pero tengo muy buen recuerdo de esas mañanas en las que cogía la bicicleta con mi padre y llegábamos a la plaza de abastos del Puerto para cortarnos el pelo. Allí era también un señor enjuto, de la vieja escuela, quien se encargaba de la tarea mientras escuchaba a mis espaldas el trajín del mercado. Lo que más me gustaba era sólo usaba una vieja navaja de afeitar y la tijera, no esa moderna máquina eléctrica de ruido mortificante.

En mi época de estudiante exiliado en Madrid, sólo una vez tuve que echar mano de una de esas cadenas de peluquería con luces y espejos. Creo que fue la única vez que me cortó el pelo una mujer. Para la cabellera que tengo, cualquier pelado iría bien, pero no... la chica no logró el corte añejo que buscaba. En Milán, a unos 22€ por servicio, prescindí de acudir a la peluquería y me metí mano yo solito con una de esas dichosas máquinas. El resultado fue un rapado al 3 que me hacía parecer un recluso trasquilado.

En Guate, casi al final de mi estancia y por mera curiosidad, acudí a una peluquería local donde por 10 quetzales (un euro, más o meno) me metieron la máquina y me esquilaron en ocho minutos. Creo que es el pelado más rápido que me han hecho nunca.

De vuelta a la pescadería, hace ya mucho tiempo que es su hijo Manolo quien procede. Con tijera por aquí, con máquina por allá y con navaja para perfilar cogote y patillas. En un plis plas me tiene listo. Da igual que le diga que "descargaito, que empieza a hacer calor" o "no me cortes mucho, Manolo, que luego a la señora no le gusta", el resultado es siempre el mismo. Quizás alguna vez lo corta medio centímetro más o menos, pero es difícil notar la diferencia.

Típica peluquería callejera, aunque no fue aquí donde todo ocurrió!
El lunes, hace ya un par de semanas, me dirigí a la barbería de enfrente del mecánico bajito y sonriente por recomendación de Richard, que ha cambiado la asfixiante Phnom Penh por la fresquita Katmandú. A dos esquinas de casa, el local tiene seis sillones de barbero antiguos con un par de espejos enfrentados. Dos peluqueros hacían su trabajo mientras otro, acomodado en uno de los sillones, dormía una siesta tranquila a la espera de clientes.

Uno de los peluqueros gritó algo y lo despertó. De un salto se incorporó, colocó bien el sillón y me colocó un babero gigante para recoger la pelambrera. Sólo con tijeras, como en los buenos tiempos del Puerto, el tipo logró un corte perfecto (a ojos de mi parienta, claro!). El crujir del pelo al pasar por la tijera se mezclaba con el ruido del tráfico de la calle y la música del móvil de la cajera, que era la encargada de recoger el parné antes de que los clientes marcharan.

Dicen que la moda de los barberos ha vuelto, pero es que no hay mayor placer que sentarte y ponerte en manos de un tipo armado con una buena navaja de afeitar. Cuando acabó con el pelo, reclinó el asiento y colocó el reposacabezas sin mediar más que un gesto de "qué? también afeitado, por lo que veo!". Asentí y procedió. Nada de espuma, masaje ni puñetas... una extraña loción que facilitó el paso de la navaja y poco más. Son raros estos camboyanos... cuando ya me había afeitado barba, bigote y patillas, se le ocurre afeitarme el saliente de pelo que tenemos a la altura de las gafas... eh? "no, bong! It's ok, it's ok". Habráse visto!

A la parienta le gustó, y tiene razón... ha hecho un buen corte y afeitado por 5000 rieles (poco más de un dólar veinticinco... algo menos de un euro!).

Lástima que ya no sean pelillos rubios ni castaños, este señor me ha dejado a la vista muchas más canas de las que tenía la semana pasada! ggggrrrr!