El segundo trozo de Timor está a unos veinte kilómetros de la media isla. Sólo hay un ferry público a la semana (los sábados!) así que hay que lidiar con una mafiosa australiana que se gana la vida fletando barcos de ida y vuelta a razón de 35$ el trayecto.
En Atauro, paraíso alejado del tiempo donde sólo viven unos pocos, sólo hay dos bungalows: los de Tuak Koin, regentados por un local, y los de Barry, un australiano afincado allí que ha hecho su vida con una timorense con la que tiene dos simpáticos gemelos.
Nuestra queja, que más de uno habréis oído seguramente, es que el paraíso no existe... en las fotos que vemos siempre se olvidan de poner los mosquitos, el agua caliente, la basura.. en fin, que después de haber buscado el paraíso por medio mundo, lo que más se nos parecía era la playa de Zahara, aunque no tenga palmeras.
Sin embargo, Atauro es firme candidata: tiene las aguas más claras que nunca hayamos visto, una de las barreras de coral más virgenes del indo-pacífico, no sufrimos ningún ataque indiscriminado de mosquitos, y todavía no hay alojamiento en toda la isla para más de cincuenta personas! Inconvenientes? La mierda que arrastran las mareas hasta la playa, o la generamos los que visitamos Atauro?
Otra paradoja es encontrar un alojamiento decente, entiéndase por decente que aunque sea una choza-bungalow no tenga agujeros en la pared, que tenga la altura suficiente para ponerse de pie y que la puerta se pueda abrir y cerrar sin problemas. Las cabañas de Barry cumplen todos estos requisitos, el baño es comunitario.. una suerte de agujero negro que sirve también para hacer compost! ;))
El tema comida también lo han resuelto estupendamente... pagamos 30 dólares por dormir y hacer las tres comidas, que se servían en la cabaña principal y variaba según el día... patatas con leche de coco, verduras agridulces, berenjenas asadas, habas con atún, noodles con verdura, arroz... y para Nutella para desayunar! no era lógicamente Nutella, ni Nocilla.. pero era una crema de cacao con avellanas que me supo a gloria después de muuuucho tiempo sin tomarla!
El fin de semana en Atauro estuvo bien.. sólo teníamos que preocuparnos de comparar los diferentes azules del agua según avanzaba la luz del sol, nos atrevimos a nadar entre los peces de la barrera de coral y estuvimos reflexionando sobre la pasividad de unas estrellas de mar con estampados de jirafa que se escondían entre las algas.
Por la noche refresca con la brisa que llega del mar, así que nos dedicamos a leer, jugar a las cartas o a entretenernos contando estrellas... hacía también muuucho tiempo que no veíamos tantas!
El lunes, para regresar a Dili, tuvimos que ceder al monopolio de la mafiosa australiana y pillamos el barco con otros cuatro que también habían disfrutado del paraíso. Volvíamos todos en silencio, conscientes de lo que habíamos vivido, repasando los diferentes tipos de coral que habíamos visto, las posidonias, los peces payaso y los cebra...
... cuando de pronto divisamos un grupo de tres o cuatro delfines y comenzamos a seguirlos. Subían y bajan, saltaban y se acercaban; pasaron a ser un grupo de veinte y acabamos -creedme- rodeados de un par de ¿manadas? a babor y a estribor, la más numerosa de unos ciento y pico delfines, en serio! Era un espectáculo ver cómo se movían en grupo, saltando tres o cuatro juntos, algunos se aceraron a nuestra proa y saltaban junto al barco.. Increíble.. y para más espectáculo, nos cruzamos también con otro grupo de ballenas (orcas, según he podido comprobar luego por la forma de la aleta dorsal!). Inolvidable, desde luego.
Como no podía ser de otro modo, la cámara decidió que ya había hecho suficientes fotos en los últimos diez días y nos dedicamos tranquilamente a disfrutar del momento.