martes, 5 de julio de 2011

Kampong Cham: 24 horas de ruralismo entre campos de arroz y búfalos...

Fueron 24 horas, pero cundieron. Después de comer en el Smile un estupendo amok de pescado, alquilamos unas motos y nos fuimos hasta el Wat Nokor, en las afueras de la ciudad.


Anterior a los de Angkor, el Wat Nokor ha sido incluido en otra construcción más moderna para adaptarlo a los cultos budistas actuales, con sus coloreados frescos y sus banderines votivos. 


Lejos queda la ciudad, el ruido y el ajetreo.. aunque por delante del templo esté la vía más concurrida de la zona (una carretera de palmeras que va hasta los campos de arroz), allí dentro no se escucha nada... el silencio acompaña al visitante y sólo te cruzas con algún monje que hace su ronda por el templo. 


Luego echan el rato charlando, se hacen  fotos con el móvil junto a Buda, observan los gatillos que se esconden entre las piedras... en fin, vida contemplativa.


Siguiendo por la carretera de las palmeras, llegamos a los campos de arroz cuando empezaba a atardecer. Recuerdo haber jugado de pequeño a esas máquinas de coches o motos que había en los recreativos... los escenarios pasaban rápidamente por los dos lados, controlabas la moto y sentías la velocidad. Esto fue parecido, los campos de arroz encharcados reflejaban las nubes del atardecer y parecía que estabas en uno de esos escenarios de videojuegos, viendo cómo avanzabas entre reflejos y simetrías horizontales. 


El mundo era nuestro a lomos de esas motillos de marcha de 125... nos cruzábamos con búfalos de agua, que terminaban por ese día su jornada en los campos de arroz; nos saludaban niños y jóvenes al grito de "helloooo", nos sonreían las mujeres al pasar por algún núcleo de casas de madera... la tranquilidad del campo alborotada por la moto de unos barang que habían dedicado su tarde a curiosear por sus predios.


El domingo nos acercamos a las únicas dos colinas que hay en cientos de kilómetros a la redonda! Allí, nos sorprendimos a nosotros mismos contemplando como bobos la mañana tranquila de los monos. Los más pequeños no paraban de subir y bajar, de saltar de rama a rama, de reclamar la teta.. mientras que los mayores dormían su siesta o se despiojaban resguardados a la sombra.




Luego visitamos el faro francés, al otro lado del río. Se tiene una vista panorámica increíble de la ciudad a orillas del Mekong, que baja crecido y gris. 



La última aventura rural, antes de volver a casa, fue seguir otra carretera embarrada en la que a trozos teníamos que seguir la ruta por casa de alguna paisana y otras veces jugarnos la vida entre el lodo y los charcos.

A los tres primeros charcos de aviso, se presentó el dilema.. "por aquí no se puede pasar", suerte que una señora nos marcó el camino a través de algunas casas y seguimos adelante. Superado el primer gran lodazal, nos embarcamos en el segundo.. y hubo suerte. La cosa, según vimos que hacían los paisanos, era subir los pies mientras cruzabas para no salpicarte, al mismo tiempo que mantenías el equilibrio para no dártela!

Pero a la tercera fue la vencida... después de un "nos atrevemos?", el guarrazo fue de película, pringado de lodo hasta las cejas y con media espalda añicos. Un buen chaval pilló la moto mientras intentaba recuperar la verticalidad... otra señora ofreció agua para lavarnos las manos y la cara. Muy atentos, sí.

Sin embargo, en el camino de vuelta, el acongojo hacía apretar más el freno y seguir desbarrando en un par de ocasiones! :( Tendremos que seguir entrenando para el rally definitivo! 

En un rato llega Isa ;)))

Abrazos,

1 comentario:

  1. tu hermana, la única que te lee!!!6 de julio de 2011, 16:52

    ¿Y LA FOTO DEL GUARRAZO LLENITOS DE LODO?????
    tenemos que verlooooooooooo, no nos priveeeeeees del peaso espectáculo killOooo!!

    Ah...gracias por las letras y tantas fotos!!!

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