Phnom Pehn es pequeño.. bueno, como todo, será suficientemente grande para el millón y pico de almas que vive aquí, pero como nos movemos por los mismos sitios estamos ya habituados al "ey, que tal?" o "mira quien va por allí con la moto"... Conclusión: esto es un pueblo.
El viernes estuvimos en la recepción del embajador (en misión especial, así que no nos vale para mucho...), y conocimos al resto de la colonia española. La mayoría ya está fichada, pero aún hay recién llegados que animan el cotarro. Hubo picoteo, vino y cerveza, además de conversaciones (animadas o no, dependiendo del partenaire). Éramos pocos, así que no pusimos en práctica el "Ey, que tal como te va? Perdona, voy a saludar a fulanito, ahora te veo..." que se estilaba por Guate.
Lo pasamos bien, diría que mejor de lo esperado... lo que se suponía una recepción informal de un par de horas se convirtió en una barra libre hasta cerca de las 2 de la mañana, algo complicado en este país. Más allá de interesantes conversaciones, anécdotas y los filetes empanados del catering, lo mejor fueron las caras de los camareros al ver a dos mujeres bailar salsa juntas, ver cómo alguna inspirada hacía saltitos de ballet o cómo llegaba uno y se servía una copita de vino sin esperar a que se la sirvieran. Eso sí, se debieron quedar de piedra al ver cómo alguno de los invitados salía rodando escaleras abajo para despedirse alegremente del respetable. Acabamos la noche en un club de chunda chunda con humo y láser en el que entramos sólo por cambiar un billete de 20 para el tuk de vuelta a casa...
A esas noches de fiesta siguen días tranquilos en casa, irremediablemente... aunque acabamos el sábado en una barbacoa, comentando las jugadas del día anterior y compartiendo escasamente las ricas viandas que todos hemos traído de las Españas.
El domingo despedimos el fin de semana con un partidillo de baloncesto para quemar los excesos de todo el finde. Hora y pico de baloncesto para intentar dejar atrás cervezas, vinos, gintonics, filetes, dulces refinados, salchichas, tortillas, mojo canario, jamón, choricillos y otras exquisiteces. Resultados, aún hoy martes sentimos las agujetas en piernas y espaldas, por más que nos empeñemos en estirar. La edad va pasando factura!
El funcionamiento es fácil: te presentas a eso de las cuatro y pico en el campo de baloncesto de la universidad, y ahí te encuentras con unos chavales que se pasan ahí el día y que juegan estupendamente. Lástima que nosotros, hijos de una selección de basket que fue campeona del mundo, no tenemos esa misma destreza para colar el balón por el aro. Isa, con un pasado glorioso como base, metió alguna que otra y, por lo menos, sabía las reglas. Servidor, con voluntad pero sin acierto, me limité a pasar un par de rebotes y tratar de correr de un lado a otro para sudar algo y que se notara el esfuerzo!
Fue un domingo diferente.
Abrazos,